BRAZZAVILLE (Congo)

DIA 17º

19/07/96.- Antes de ir a la estación intento contactar con José Luis Carretero que hace las veces de Cónsul en Brazaville pero nadie coge el teléfono. Me voy paseando para la estación leyendo los numerosos carteles de prevención contra el sida que recomiendan fidelidad por el bien de la familia y preservativos por el bien de la salud.

Después de explicar el problema y hacerme esperar un buen rato me hacen pasar al despacho del Capitán que viste de paisano y tiene ynas formas muy amablesen la conversación. Me atiende sentado frente a una mesa metálica de oficina sin una mota de pintura y con roña por todos lados. Para ir a ese despacho, en el que entra gente continuamente, hemos atravesado otro de unos 12 metros cuadrados en el que además de un grupo de militares tienen a un hombre joven y a una mujer esposados. Mientras le explico el problema comienzan a oirse los golpes que le dan a la mujer mientras ésta grita y llora. Le preguntan que porqué no tiene un billete y le siguen dando golpes. El corazón empieza a darme bandazos pero intento seguir explicando mi problema como si estuviera sordo. Sale con el Pasaporte y me deja solo un rato eterno. Mientras tanto veo que le llevan esposado al chico hacia el otro lado de las vías mientras continúan los golpes y los gritos, gemidos y lloros de la mujer. Vuelve y me explica que es el segundo responsable de la estación y que está al cargo de todo y que disculpe pero va a llegar un grupo de unos 15 periodistas y hay que cuidar de su protección pues la estación está llena de ladrones. Entra un soldado que le explica que han pegado un tiro a una persona; el Capitán pregunta si ha muerto y el otro le responde que no, que sólo está herido; tod ello comentado como quien habla de un impreso que no aparece en el archivo.

 

Estación de Brazzaville

Después de revisar el Pasaporte por todos lados y detenerse en los muchos sellos que tiene de paises casi siempre africanos me dice que yo debo de tener mucho dinero. Finalmente parece que encuentra algo por donde entrar y me dice que el visado se hizo el día 4 y es sólo valedero para quince días y que por lo tanto hoy tengo que salir del país; le digo que es desde la fecha de entrada pero no parece muy convencido. Tan pronto parece la persona más amable como de repente se me queda mirando como diciendo este tio se está quedando conmigo. Finalmente, y después de pedirme 2.000 CFA me dice que no hay sitio para el sello que a ver dónde lo pone y tras haber pasado dos horas con el corazón encogido por los golpes y gritos de alado y por la tensión que por todos lados se respiraba me dice que ya estoy regularizado y que me puedo marchar.

Según salgo de la estación un señor muy amable me dice que tenga cuidado; aunque iba en otra dirección me acompaña y me pregunta que si quiero que haga de guía y a pesar de que le digo que no sigue conmigo hasta que nos cruzamos con unos militares y desaparece.

A lo largo de la Avda. Orsi, junto a la estación, tres filas de mujeres venden sus mercancías, una mandarinas con lapiceros, otra productos de belleza, otra todo tipo de quincalla, ... pero están como alerta y cuando aparecen policías recogen rápidamente sus mercancías y echan a correr. La calle, junto con los muchos taxistas que anuncian sus trayectos está llena de gente y yo aprieto la mochila contra mi pecho.

Estoy agotado pero cuando llego al Rond-Point de Poto-Poto me siento en el hotel Gradiva a tomar una coca-cola. De pronto los brazos se me llenan de un extraño hormigueo, siento que el cuerpo me arde, tengo la sensación de que me voy a marear y siento como un pánico por el vértigo que me acomete y que parece que vaya a perder allí mismo el sentido. Intento tranquilizarme mientras voy rápidamente hacia el hotel. Quiero tomarme la temperatura pero sobre todo quiero tumbarme en la cama y relajarme.No es nada, el termómetro marca 36,7º, me tumbo y me quedo dormido hasta que a la una del mediodía Roland toca la puerta.

 

Pescadores en el rio Congo

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