Califato o Imperio Fatimí (909-1171)

La dinastía de los califas fatimíes que reinó en una parte del Magreb (909-969) y posteriormente en Egipto (969-1171), marcó la historia arquitectónica y artística de estas regiones. El desarrollo de una sociedad de corte en la capital egipcia del Cairo, así como del papel de Egipto en el comercio internacional, favoreció el mecenazgo y la difusión de este arte a Europa. La gran creatividad de la que dieron muestra los artistas de entonces no encuentra casi parangón en el mundo musulmán y en todo el mundo mediterráneo. Map of Imperial Africa

La historia de la dinastía no comienza sin embargo en Egipto, sino algo más al oeste, en la Túnez moderna, por aquel entonces conocida como Ifriqiya. La etapa magrebí constituyó sin lugar a dudas una fase importante de aprendizaje y de experimentación de numerosos símbolos visuales utilizados más tarde. De esta época, sólo queda una parte de la mezquita de Mahdiya, por aquel entonces capital. Su plano, al tiempo que retoma elementos locales, introduce características arquitectónicas típicamente fatimíes, en particular, la presencia de un pórtico monumental en la fachada. Esta primera mezquita fatimí ejerció una notable influencia en las posteriores mezquitas fatimíes.

A partir del 969, Egipto se convierte en la sede del califato y en un centro artístico de primer orden. Los artesanos locales tuvieron que integrar las nuevas referencias políticas y religiosas chiitas que la dinastía trae consigo a un Egipto profundamente marcado por el sunnismo. El traslado de la dinastía viene acompañado de la creación de una nueva capital, El Cairo, rodeada de una muralla de ladrillos y situada unos quilómetros al norte de la antigua, Fustat.

Fue así como se construyeron dos palacios, hoy desaparecidos, una mezquita y dos grandes mezquitas: al-Azhar (969-973) y la mezquita conocida como de al-Hakim (990-1013). La influencia local que ejerció la mezquita de Ibn Tulun se deja sentir en estos edificios. Las naves perpendiculares a la pared de alquibla retoman el modelo de la mezquita de Ibn Tulun al tiempo que se inspiran en la mezquita de Mahdiya valorizando la nave en el eje del mihrab (nicho de oración). La mezquita de al-Hakim conjuga un poco más las influencias arquitectónicas con el añadido –por orden del califa al-Hakim, famoso por su celo religioso– de un pórtico monumental y dos torres cuadradas en los ángulos de la fachada como en Mahdiya.

Construidas por dos visires, las mezquitas de al-Aqmar (1125) y de al-Salih (1160) son oratorios privados que demuestran el desarrollo del mecenazgo privado en la construcción de edificios religiosos del final del Egipto fatimí, al tiempo que toman prestados fuertes símbolos chiitas, en particular, el tema de la entrada monumental cuyo valor simbólico era tan apreciado por la dinastía.

Preocupados por incluir sus temas, mayoritariamente suníes, en un culto común en torno a los descendientes de Mahoma, celebrados por todos, los fatimíes fueron, en Egipto, los precursores de una nueva función arquitectónica con los mausoleos o mashhad. El de Sayyida Ruqayya (1133) es sin duda el más famoso. De hecho, éste constituye un monumento funerario visual o mashhad ru’ya caracterizado por un mihrab de estuco especialmente trabajado cuyo centro recrea los temas típicamente chiitas y una cúpula acanalada.

El visir Badr al-Jamal al-Juyush (m. 1096), señor de Egipto como sustituto del califa a partir del 1073, hizo construir también un mashhad denominado “al-Juyushi” (1085) en conmemoración de sus victorias que se distingue también por su mihrab y sobre todo por sus alvéolos múltiples (muqarnas), probablemente los más antiguos de todo Egipto. Esta forma decorativa tuvo un gran éxito entre los artistas locales y constituyó por aquel entonces en Egipto un tipo de ornamentación totalmente nuevo. Badr al-Jamal fue el precursor de las primeras murallas de piedra de las que tan sólo quedan algunos trozos de muro y cuatro puertas monumentales: Bab al-Futuh, Bab al-Nasr al norte, Bab Zuwayla al sur y Bab al-Tawfiq recientemente exhumada, al este. En las paredes de piedras talladas y de ladrillos se practicaron puertas flanqueadas por torres cuadradas o redondas en saledizo.

Las cabezas de carnero grabadas en Bab al-Futuh recuerdan el nombre de la ciudad y la atracción que sentía la dinastía por la astronomía; el carnero, símbolo del planeta marte, (al-Qahir) dio su nombre a la ciudad del Cairo (al-Qahira). Todos estos edificios a los que habría que añadir los palacios y residencias privadas constituyeron múltiples ocasiones para los artistas de expresar sus talentos.

El arte fatimí destaca sobre todo por la riqueza de su decoración. A la decoración floral y a los galones sinuosos, los entrelazados y los ramos, se asociaron los motivos figurativos y animalistas. Las escenas de baile o de caza, por lo demás bien conocidas, se vuelven casi sistemáticas bajo el reinado de los fatimíes. El realismo de las siluetas que sobresalen de los frisos de madera esculpidos procedentes de los antiguos palacios resulta impactante y contrasta con la geometría y la abstracción de los entrelazados.

Aunque la influencia de estas decoraciones se sitúa tanto entre la tradición helenística como en las tradiciones mesopotámicas, tampoco hay que olvidar el arte copto, en particular en el trabajo de la madera, ya que los iconostasios de las iglesias coptas como la de Santa Bárbara (1072-1073) se asimilan a los paneles de madera de los palacios fatimíes. El estilo fatimí resulta así de la hábil mezcla de estos diferentes elementos que se encuentran también en numerosos objetos.

La cerámica con reflejo metálico de la época fatimí es una de las joyas de la cerámica medieval de los países del Islam. Aunque ésta recrea escenas de baile o de caza, una escena de Cristo bendiciendo muestra algo más sobre el papel de los cristianos en el arte de la época fatimí.

El arte fatimí dejó también numerosas muestras del trabajo del vidrio moldeado o soplado. Más escasos, algunos objetos de lujo como las piezas de ajedrez y sobre todo los aguamaniles de cristal de roca con el cuerpo ornado de animales grabados, ilustran la habilidad de los artistas egipcios al igual que las obras de bronce de formas zoomórficas.

Ese gusto por el lujo y la pomposidad propio de los fatimíes se deja entrever un poco más en la atracción que los grandes de este período manifestaron por las prendas confeccionadas a partir de los tiraz de lino y de seda, cuyos talleres se encontraban en manos de los coptos de las ciudades del delta como Damieta o Tinnis. Estas telas presentan una decoración colorista en la que los animales ocupan un puesto importante. Auténticas herramientas políticas, servían sobre todo para fabricar prendas de aparato utilizadas por los califas y regaladas después a algunos personajes. Éstas contribuían a la magnificencia de la dinastía y se produjeron en grandes cantidades.

Aunque un gran número de estos objetos desaparecieron en los pillajes e incendios de la ciudad, algunos encontraron comprador en comerciantes o peregrinos europeos que los trajeron consigo, contribuyendo así a una gran difusión del arte fatimí incluso tras su eliminación por Saladino en 1171.

Fuente : Proyecto Qantara


Africa [ Paises | Mapas | Pueblos | Etnología | Noticias | Viajes | El Tiempo | Idiomas | Historia | Biografias | Geografía | Derechos Humanos | O.N.G´s | Arte | Musica | Gastronomia | Tablon de Anuncios | Comercio | Bibliografía | Version CD ]     Otro Continente                              Buscar


Última actualización: miércoles, 13 junio 2012.              Resolución optima : 1024x768                © Copyright 1997-2011 Ikuska.com
En caso de problemas o preguntas relacionadas con este Web contactar con africa@ikuska.com.